“Todas las formas de asbesto son cancerígenas para el ser humano”, especifica la OMS en una nota de 2014 sobre las enfermedades relacionadas con este material de construcción. La agencia estadounidense para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades refiere que el agua potable puede contener asbesto de fuentes naturales o de cañerías. “Las fibras de asbesto no se evaporan al aire ni se disuelven en agua”, advierte, por lo que su inhalación o ingestión provoca que las partículas se alojen en los pulmones o el tubo digestivo, dañando sus células.
Los riesgos del asbesto –o amianto- son tan conocidos que más de 50 países han prohibido o limitado su uso, entre ellos la Unión Europea, Argentina y Honduras. México, lejos de limitarlo, se ha opuesto al convenio de Rotterdam, que obliga a los países exportadores a etiquetar este producto como cancerígeno, explica la profesora Guadalupe Aguilar, miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México, quien dirige al único grupo en el país que ha investigado los daños provocados por el asbesto. Esto se debe, agrega Aguilar, a que México es el principal importador de amianto en la región, principalmente desde Brasil.
“La mayor parte de la red de abastecimiento de agua potable es de asbesto”, reconoce el director del Sistema de Aguas de la ciudad de México (Sacmex), Ramón Aguirre. El funcionario explica que la red tiene un promedio de 60 años de antigüedad y fue construida antes de conocerse sus efectos nocivos. Los tubos son reemplazados por otros de polietileno de alta densidad pero sólo hasta que se presenta una fuga o alguna falla que vuelva urgente el reemplazo. Como botón de muestra, en la delegación Cuajimalpa (poniente de la capital) hay 289.244 metros de tubería de asbesto cemento y sólo 7.151 de polietileno. Las fugas también son un factor de riesgo, según los expertos, pues al romperse el asbesto libera partículas que no se desintegran y quedan en el agua, además de que los trabajadores que reparan la fuga entran en contacto directo con el material.
En referencia al riesgo de que la población desarrolle cáncer por consumir agua de esas tuberías, Aguirre rechazó tajantemente esta posibilidad, pues según él, sólo los trabajadores lo desarrollan por el contacto directo, “y aquí ya ni hay fábricas”. La razón por la que las tuberías de asbesto deben ser reemplazadas, según el director de Sacmex, no es el riesgo de cáncer sino su fragilidad, que provoca hasta un 40% de fugas.
“La realidad es que se ha venido trabajando pero no con la intensidad que se requiere por la falta de recursos. Sí se hacen trabajos pero se requiere invertir mucho más en ese renglón, por eso tenemos una incidencia alta de fugas”, admitió el funcionario, e indicó que se requieren al menos mil millones de pesos por año (unos 54 millones de dólares) para la sustitución de tuberías, adicionales a los 12.000 millones (652 millones de dólares) que actualmente asigna el congreso local al Sistema de Aguas.
“Todas las formas de asbesto son cancerígenas para el ser humano”: OMS
México no tiene estudios que relacionen directamente algún tipo de cáncer con el consumo de agua que fluye por tuberías de asbesto, pero la ingesta de sus residuos sí está asociada con cáncer de colon, señala el director del Instituto Nacional de Cancerología, Abelardo Meneses. Asimismo, la Sociedad Estadounidense para el Cáncer (American Cancer Society) refiereque las fibras de asbesto también pueden ser deglutidas, “lo cual puede que ocurra cuando las personas consumen alimentos o líquidos contaminados, tales como agua que fluye por tuberías de cemento de asbesto”.
Por ello, la OMS ha recomendado suspender todos los usos del asbesto, para eliminar las enfermedades que provoca no sólo en los trabajadores expuestos sino en todos los seres humanos. “Será preciso abandonar la utilización de todas sus variedades”, precisa la Organización.
Los expertos no se aventuran a decir que el consumo de agua que fluye por tubos de asbesto sea causa directa de cáncer, pero llaman a no esperar muertes cuando ya se sabe que el amianto es cancerígeno. “Bien haría el gobierno de la Ciudad de México en empezar un programa para cambiarlos. Con el antecedente que tenemos de la elevada toxicidad del asbesto, pensemos proactivamente y establezcamos la hipótesis de que, al menos, es tan potencialmente peligroso por la vía digestiva como por la inhalación”, concluye Enrique López, coordinador de la Maestría en Salud Ocupacional de Seguridad e Higiene del Instituto Politécnico Nacional, una de las más prestigiosas universidades públicas del país.
Con información de El País